Vivo en el campo y en una ciudad grande,
y soy chico pero me usan por igual,
si dices mi nombre solo dirás la mitad.
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Tengo cinco habitaciones, en cada una un inquilino, en invierno cuando hace frío, están todos calentitos.
Redondo, redondo, sin tapa, sin fondo.
Nuestra dueña nos coloca uno a cada lado, siempre pendientes, siempre colgados.
Puedes llevarlo en el pelo y, a veces, en los zapatos, se coloca en la cintura y en el rabo de los gatos.
Resuélveme este dilema: «soy una, pero soy media».
No me utilizan los patos más me llevan de apellido, con «Z» empieza mi nombre, ¡y ya el resto es pan comido!
Rodeo cuellos y cuellos, tanto de ellas como de ellos.
Aunque la quite del agua, sigue en agua.
De pergaminos, o sedas, o papel hechos estamos; en verano gusto damos; las manos han de estar quedas, si es que nuestro oficio usamos.
El pie tapo al instante igual que si fuera un guante.