Una cosa quisicosa,
de ovalada construcción,
todos los hombres la tienen,
pero las mujeres, no.
El Obispo como todos
también tiene dos.
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En medio del mar, hay una negrita, no come ni bebe, y siempre está gordita.
Una en la tierra, una en la luna; pero en el cielo no encontrarás ninguna.
Detrás de la i la encontrarás. Mueve las piernas y la bailarás.
Casi la lleva al principio, pancarta en la mitad y amanecer ya muy al final.
Formo parte de París, en el fin del mar me encuentro, en el principio de Roma y, del Norte, estoy en el centro.
No está nunca en la vereda, pero siempre está en la calle, nunca está con cerradura, pero siempre está con llave.
En medio del mar estoy, no soy ni buque ni vela, y si vas al arsenal, me encontrarás la primera.
Sin ser el padre de Adán, principio y fin del alma he sido. En medio del mar y al final de la tierra, se escucha mi sonido.
Piensa y lo adivinarás: ¿qué tiene Adán delante que Eva tiene detrás?
Me puedes ver en tu piso, y también en tu nariz; sin mí no habría ricos y nadie sería feliz.