Son mis colores tan brillantes
que el cielo alegro en un instante.
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Es tan humilde y tan buena que hasta se deja pisar; para el almuerzo y la cena la vaca la va a tomar.
Muchas monjitas en un convento, visitan las flores y hacen dulces dentro.
En verano barbudo y en invierno desnudo, ¡esto es muy duro!
En mí se mueren los ríos, y por mí los barcos van, muy breve es el nombre mío, tres letras tiene no más.
Es una enorme naranja pero de zumo salado, los gajos se le suponen entre un par de meridianos.
El cielo y la tierra se van a juntar; la ola y la nube se van a enredar. Vayas donde vayas siempre lo verás, por mucho que andes nunca llegarás.
Nicanor tenía un barco y con él surcaba el río; ¿era este un barco pequeño o este era un gran navío? Lee despacio, Encarnación, y hallarás la solución.
Vuela en el aire, pace en la tierra, se posa en los árboles, anda en la mano, se deshace en el horno y se ahoga en el agua.
Kilómetros mido, hectolitros llevo, kilovatios doy, hectáreas mantengo.
Aparece por delante, por los lados, por la espalda, te descuidas un instante y te levanta la falda.