Redondito, redondón,
no tiene tapa ni tapón.
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Tengo cinco habitaciones, en cada una un inquilino, en invierno cuando hace frío, están todos calentitos.
Santa con nombre de flor, y, a pesar de este retrato, me confunden con zapato.
¡Escapa, escapa! que esto que te digo, aunque no te obligo, te abriga y te tapa.
De día llenos de carne, de noche con la boca al aire.
Mi ser por un punto empieza, por un punto ha de acabar, el que mi nombre acierte sólo dirá la mitad.
Con dos patas encorvadas y dos amplios ventanales quitan sol o dan visión según sean sus cristales.
Se pone para dormir, aunque no es un camisón, puede ser de lana, seda o algodón.
Vivo en el campo y en una ciudad grande, y soy chico pero me usan por igual, si dices mi nombre solo dirás la mitad.
Mi padre al cuello la ata y, poco a poco, la aprieta hasta llegar a su meta.
Resuélveme este dilema: «soy una, pero soy media».