Cómete la «e»
y pon una «a».
Mírala muy bien
y échala a volar.
Un arco arriba
y tú debajo;
un arco abajo,
pasas por encima.
Alegría de niños soy
por mi pausado vaivén;
voy y vengo, vengo y voy
y en muchos parques me ven.
Tengo cadenas sin ser preso,
si me empujas voy y vengo,
en los jardines y parques
muchos niños entretengo.
Bajo mi carpa gigante,
acojo a chicos y grandes;
payasos y trapecistas
son típicos en mis pistas.
Soy pequeña y de cristal,
méteme en el hoyo
y no perderás.
Bolitas pequeñas,
de metal o de cristal,
mételas en el hoyo
y nunca perderás.
Tengo ruedas y pedales,
cadenas y un manillar;
te ahorras gasolina
aunque te haga sudar.
Miras adelante,
haces ejercicio,
das a los pedales,
tienes equilibrio.
Me componen cuatro palos
impresos en cartulina.
Tengo reyes y caballos,
seguro que me adivinas.
La pones sobre la mesa,
la partes y la repartes
pero nadie se la come.
Sobre la mesa se pone,
sobre la mesa se parte
y entre todos se reparte,
mas nunca, nunca, se come.
Juegan en la cancha
más altos que bajos;
meten la pelota
dentro de los aros.
Todos dicen que me quieren
para hacer buenas jugadas,
y, en cambio, cuando me tienen
me tratan siempre a patadas.
Cuando yo subo, tú bajas;
si tú subes, bajo yo:
a la misma altura nunca
podemos estar los dos.
En un suelo de baldosas
unas blancas y otras negras,
luchan reyes y peones,
caballos, torres y reinas.
El rey y la reina
con ocho peones,
caballos y torres,
combaten y comen.
Un combate que se entabla
muy lento o con rapidez;
ninguno de los dos habla;
las piezas son más de diez.
Dieciséis personajes,
con el rey y la reina,
se enfrentan a otros tantos:
si juegas mal
te encontrarás perdido
¡y ganará el contrario!