En las manos de las damas
casi siempre estoy metido,
unas veces desplegado
otras veces recogido.
Yo-yo me subo,
yo-yo me bajo;
si lo adivinas
eres muy majo.
Tengo caballos
que suben y bajan,
dan vueltas y vueltas
y nunca se cansan.
Para bailar me pongo la capa
y para bailar me la vuelvo a quitar,
porque no puedo bailar con la capa
y sin la capa no puedo bailar.
Sólo una faja es mi vestido,
cuando me lo quitan arranco a bailar.
Pies y manos no tengo,
pero a los más jóvenes entretengo.
Culebrinas de papel
de varias tonalidades,
las tiramos en las fiestas
y también en carnavales.
Un mundo de fantasía
cargadito de ilusiones,
despierta nuestra alegría
entre tantas atracciones.
Son mis fichas amarillas,
rojas, azules y verdes,
si las comes y las pillas,
tu te cuentas hasta veinte.
Si vas a la feria
te puedes montar;
vueltas y vueltas
subiendo y bajando,
unas contento
y otras gritando.
Con la nieve se hace
y el sol lo deshace.
Soy el juguete más apreciado
para las niñas como regalo.
Cuanto más y más lo llenas,
menos pesa y sube más.
Todos corren,
uno pita,
dos detienen,
muchos gritan.
Once jugadores
del mismo color,
diez van por el campo,
detrás de un balón.
Es un bonito juego:
tu te vas y yo me quedo;
cuento, cuento, cuento
y luego voy a tu encuentro.
Veintiocho caballeros,
de espaldas negras y lisas,
delante, todo agujeros,
por dominar se dan prisa.
Veintiocho caballeros
ataviados de levita,
que se ponen en la mesa
a jugar una partida.
Cubo que seis caras tiene,
veintiún puntos en total,
en el «Parchís» interviene
y en la «Oca»… pues igual.
Con caras muy blancas
llenas de lunares
a unos damos suerte,
a otros, pesares.
Si sumas uno más uno
evidente que da dos,
y si da dos te descubro
dos veces la solución
de este juego de salón.
¿Qué juego será,
que aunque nos movamos
siempre nos quedamos
en el mismo lugar?
Atada a una cuerda
volaba y volaba
y un niño en la tierra
la sujetaba.
Por come empieza
y volar sabe,
no es un avión,
ni tampoco un ave.