Vivo en el mar sin ser pez
y soy siempre juguetón;
nunca me baño en el Rhin,
pues soy el mismo del fin.
Tengo el nombre de una niña,
crezco en el fondo del mar
y en la arena de la playa
tú me puedes encontrar.
Adivina quien yo soy:
al ir parece que vengo,
y al venir, es que me voy.
Dos pinzas tengo,
hacia atrás camino,
de mar o de río
en el agua vivo.
En una cala del mar,
aunque con muy mala pinta,
dispuesto para pintar
utilizando su tinta.
Tengo tinta, tengo plumas
y brazos tengo, además,
pero no puedo escribir,
porque no aprendí jamás.
No lo parezco y soy pez,
y mi forma la refleja
una pieza de ajedrez.
Uso aguja sin coser,
corto sin tijeras,
y ando sin pié.
Es la reina de los mares,
su dentadura es muy buena,
y por no ir nunca vacía,
siempre dicen que va llena.
Sobre la vaca, la «o»,
a que no lo aciertas, no.
Iba una vaca de lado,
luego resultó pescado.
Que lo busquen en el mar,
porque en la tierra
por más que aren, que aren,
que en la tierra no lo encuentran.
Lleva años en el mar
y aún no sabe nadar.
El que lo pica se hace pez,
¿Quieres que te lo diga otra vez?
Un truquito este pez tiene
que no todo el mundo sabe:
si a su nombre quitas la «ene»,
va y se transforma en ave.
Las hijas de este animal
son pequeñas y delgadas,
pero por su gran sabor,
son muy caras y apreciadas.
En la tierra te sembraron,
las aves te desearon,
cuando estuviste dorado
los hombres te segaron.
Verde fue mi nacimiento,
amarillo mi vivir,
en una sábana blanca
me envuelven para morir.
En el origen la respuesta está,
en el fin, continuidad,
y si no dice la verdad,
tienes la réplica ya.
Siempre se muere escondida
sin dar guerra,
por dar a otros su vida
bajo tierra.
Mi nombre es de peregrino
y tengo virtud notable,
me encuentras en los caminos
y mi olor es agradable.
Alta como un pino,
verde como un lino,
con las hojas anchas
y el fruto amarillo.
Está en el edificio,
también en la maceta,
la llevas en el pie,
la coges en la huerta.