Adivina, adivinanza
¿quién puso el huevo
en la paja?
María Penacho
parió un muchacho,
ni vivo ni muerto,
ni hembra ni macho.
Lo mismo que un galgo valgo,
su retrato soy y amigo,
y si por el campo salgo,
las liebres mucho persigo,
y es cierto que no soy galgo.
Cerca del polo, desnuda,
sentada sobre una roca,
suave, negra, bigotuda.
Es negro como un curita
y no se cansa de hacer bolitas.
Todo lo lleva delante,
los colmillos para la lucha
y la trompa para la ducha.
Para ser más elegante
no usa guante ni chaqué
sólo cambia en un instante
por una “efe” la “ge”.
Tiene famosa memoria,
gran tamaño y dura piel,
y la nariz más grandota
que en el mundo pueda haber.
Vivo en el mar sin ser pez,
y soy siempre juguetón,
nunca me baño en el Rhin,
pues soy el mismo del fin.
¿Cuál es el animal
que siempre llega al final?
Si la dejamos se pasa;
si la vendemos se pesa;
si se hace vino se pisa;
si la dejamos se posa.
Soy redonda como el mundo
al morir me despedazan,
me reducen a pellejo
y todo el jugo me sacan
A veces blanquita,
a veces negrita
y siempre bolita.
Verde por fuera,
roja por dentro,
y con bailarinas en el centro.
¿Qué es?
Es santa y no bautizada,
y trae consigo el día,
gorda es y colorada
y tiene la sangre fría.
A mi me tratan de santa
y traigo conmigo el día,
soy redonda y encarnada
y tengo la sangre fría.
No soy de oro,
plata no soy;
ya te he dicho
quién soy.
Oro parece,
plata no es,
abre la cortina
y verás lo que es
Somos cien hermanitos,
todos muy igualitos
y estamos encerrados
en un globo bonito.
Campanita, campanera,
blanca por dentro,
verde por fuera,
si no lo adivinas,
piensa y espera.
Blanca por dentro, verde por fuera.
Si quieres que te lo diga espera.
Del nogal vengo,
y en el cuello del hombre me cuelgo.
Arca, monarca,
llena de placer;
ningún carpintero
te ha sabido hacer.