Le hacen correr sus caballos
y nunca le salen callos.
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Le hacen correr sus caballos y nunca le salen callos.
Todos me pisan a mí, pero yo no piso a nadie; todos preguntan por mí, yo no pregunto por nadie.
Zapatos de goma, ojos de cristal, con una manguera lo alimentarás, dentro del garaje lo sueles guardar.
Vivo entre dos muros que no pueden verse y aunque no me doblo me dobla la gente.
Me llegan las cartas y no sé leer y, aunque me las trago, no mancho el papel.
Lugar de compra, lugar de venta, donde cada ama de casa hace su cuenta.
Hombrecitos de colores, metidos en una caja, sin hablar nada te dicen: ¡peligro!, ¡cuidado!, ¡pasa!
Mido telas y estaturas, pero, a veces, en ciudades, sin humos y sin candelas, llevo gente en cantidades.
Por caminitos de hierro, el gusano de metal, en su barriga transporta la gente por la ciudad, llevándola por un túnel en completa oscuridad.
Con sólo tres colores ordeno a cada uno. Si todos me respetan no habrá accidente alguno.