Largo, largo, como un camino
y cabe en un «pucherino».
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Pequeños, redondos, con agujeritos, valemos muy poco, solos o juntitos, mas de nosotros depende el buen vestir de la gente.
Un pie grave, ardiente y plano, va dejando el campo llano y, al pasar, su calentura va dejando en la llanura.
Una cosa que no es cosa y lo es.
Pico sin tener enojos y, sin nacer, soy de corte, pero muchos, con arrojos, los dedos, viendo mi porte, me los meten por los ojos.
Soy pequeña y afilada y pincho con mis puntadas.
Tengo pie y no tengo boca, hilo meto, hilo asomo, tengo dientes y no como.
Soy alta y delgada, tengo un ojo, hago vestidos y no me los pongo.
Cuando me caliento hasta los talones aliso camisas y pantalones.
Vengo al mundo a trabajar, y tengo tan mala suerte, que todos me pinchan el culo, y yo no me puedo quejar.
Dos hermanas diligentes que caminan al compás, con el pico por delante y los ojos por detrás.