Como una ametralladora
se escucha mi tableteo;
pero estoy en la oficina,
que mi oficio no es guerrero.
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Como una ametralladora se escucha mi tableteo; pero estoy en la oficina, que mi oficio no es guerrero.
Entre mis hojas se esconden hadas, princesas y duendes. Cuando me lees de noche, sin darte cuenta te duermes.
No me hace falta sacar pasaje: me mojan la espalda y me voy de viaje.
Blancos son los campos, las semillas negras, cinco son los bueyes que el arado llevan.
Soy pequeño, pequeñito, más con tal poder y arte que, si no me pegan bien, no van a ninguna parte.
Es un sabio gordinflón, si le preguntan no habla, sabe todas las respuestas, tiene todas las palabras.
Sin hablar puedo decir lo que mi dueño ha pensado; tengo un carro, aunque sin mula, y me muero en tres espacios.
Cae de la torre y no se mata, cae en el agua y se desbarata.
Campo blanco, flores negras, un arado, cinco yeguas.
Jamás aprendí a escribir y soy muy gran escribana y, con invención galana, te suelo siempre servir sin cansar tarde y mañana.