Sin ser el padre de Adán,
principio y fin del alma he sido.
En medio del mar
y al final de la tierra,
se escucha mi sonido.
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En Melilla hay tres, en Madrid ninguna, en Castilla dos y en Galicia una.
En el principio de Roma, tú me puedes encontrar. Vivo en medio de París y también al final del mar.
El burro la lleva a cuestas, metidita en un baúl, yo no la tuve nunca y siempre la tienes tú.
En medio del mar, hay una negrita, no come ni bebe, y siempre está gordita.
Wamba y Witiza me tienen de pie, Víctor sólo a medias y Muza al revés.
Una cosa quisicosa, de ovalada construcción, todos los hombres la tienen, pero las mujeres, no. El Obispo como todos también tiene dos.
Dos son tres, tres son cuatro y cuatro son seis. ¿Qué son?
La última de todas soy, pero en zurdo y zapato primera voy.
Me puedes ver en tu piso, y también en tu nariz; sin mí no habría ricos y nadie sería feliz.
No está nunca en la vereda, pero siempre está en la calle, nunca está con cerradura, pero siempre está con llave.
