Muchas monjitas en un convento,
visitan las flores y hacen dulces dentro.
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No soy estación del Metro ni soy estación del tren, pero soy una estación donde mil flores se ven.
Lleva años en el mar y aún no sabe nadar.
Van y llegan, se llevan lo que traen y lo que traen se llevan
En mí se mueren los ríos, y por mí los barcos van, muy breve es el nombre mío, tres letras tiene no más.
El cielo y la tierra se van a juntar; la ola y la nube se van a enredar. Vayas donde vayas siempre lo verás, por mucho que andes nunca llegarás.
Un convento bien cerrado, sin campanas y sin torres y muchas monjitas dentro, preparan dulces de flores.
Llevo, sin ser arlequín, de colores mi librea, yo salgo de tarde en tarde y espero siempre a que llueva.
Hay un hijo que hace nacer a la madre que le dio el ser.
Es una enorme naranja pero de zumo salado, los gajos se le suponen entre un par de meridianos.
Desde el día en que nací, corro y corro sin cesar: corro de noche y de día hasta llegar a la mar.