El pie tapo al instante
igual que si fuera un guante.
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Ani lloró todo el día; perdió lo que más quería
No me utilizan los patos más me llevan de apellido, con «Z» empieza mi nombre, ¡y ya el resto es pan comido!
Una piel que es otra piel, una mano que no es mano y el frío se aguanta bien.
Mi ser por un punto empieza, por un punto ha de acabar, el que mi nombre acierte sólo dirá la mitad.
Santa con nombre de flor, y, a pesar de este retrato, me confunden con zapato.
Mi padre al cuello la ata y, poco a poco, la aprieta hasta llegar a su meta.
Juntos, en ovillo, duermen los mellizos; cuando se separan, estirados andan.
Tengo cinco habitaciones, en cada una un inquilino, en invierno cuando hace frío, están todos calentitos.
El pie tapo al instante igual que si fuera un guante.
Pisados, siempre en el suelo, recibiendo malos tratos, y sin señales de duelo.