Redondo, redondo,
sin tapa, sin fondo.
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Guardado en invierno, lo luzco en verano, es mi único traje en sitios de baño.
El pie tapo al instante igual que si fuera un guante.
En las manos de las damas casi siempre estoy metido, unas veces desplegado otras veces recogido.
Aunque las adornamos a ellas cuando no tenemos carreras, la gente tiene manía de no llamarnos enteras.
De día llenos de carne, de noche con la boca al aire.
Nuestra dueña nos coloca uno a cada lado, siempre pendientes, siempre colgados.
Para salir a la esquina ponte pan en el talón y camina.
Tienen justo cinco dedos como la mano; se rellenan en invierno, se vacían en verano.
Tengo cinco habitaciones, en cada una un inquilino, en invierno cuando hace frío, están todos calentitos.
Una piel que es otra piel, una mano que no es mano y el frío se aguanta bien.